Hasta hace no tanto, en cualquier proceso de selección para un puesto de trabajo, lo que los responsables de recursos humanos de las empresas valoraban era fundamentalmente el currículo de los candidatos, centrada esta valoración en tres pilares básicos: los conocimientos (plasmados en títulos académicos), las aptitudes técnicas y la experiencia.  Hoy a estos pilares se suman otros muchos (empatía, optimismo, capacidad de trabajo en equipo, habilidades sociales, asertividad…), que podríamos englobar bajo el concepto de «actitud«, que afortunadamente cada vez adquiere mayor importancia en los departamentos de recursos humanos a la hora de elegir a los mejores candidatos para un puesto de trabajo.

Esta búsqueda, sin embargo, es de ida y vuelta. Bidireccional. Los empleadores buscan trabajadores con una buena inteligencia emocional, sí. Pero los empleados de hoy y del futuro ya buscan también trabajos en los que sus jefes y superiores sean poseedores de ese conjunto de características y atributos que definen a la inteligencia emocional. Así al menos lo aseguran los resultados de un estudio reciente llevado a cabo por la Fundación CINNED (Creative Innovative Education) y presentado en el colegio Brains International School de La Moraleja (Madrid).

Entre otros muchos datos, la investigación, en la que han participado casi 2.200 estudiantes de ESO, Bachillerato y Formación Profesional de 16 centros educativos públicos, concertados y privados, concluye que el 65% de los estudiantes españoles buscan ya de cara a su futuro laboral líderes inteligentes emocionalmente con los que poder mantener y entablar una relación más humana. No en vano, el 40% de los encuestados afirmó que valorará notablemente el hecho de tener una relación cercana y de confianza con sus jefes.

Inteligencia emocional para un cambio de paradigma

Estos datos, que constatan una realidad creciente, suponen un cambio de paradigma en el modelo de liderazgo que ya empieza a ser visible en el entorno empresarial: el jefe orientado al poder, al dinero y a la imagen, va a dar paso necesariamente a un líder más cercano, implicado en el día a día y en las necesidades de sus empleados, y con una inteligencia emocional más desarrollada en aspectos como el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía o la capacidad para construir y manejar relaciones personales desde el acuerdo y no desde la imposición.

Y este último aspecto de la inteligencia emocional, la capacidad para construir acuerdos y buenas dinámicas de grupo, va a resultar fundamental para el liderazgo, como demuestra el hecho de que en la investigación anteriormente citada un 50% de los encuestados asegurase que tener un buen ambiente laboral es uno de los valores que buscarán en las empresas para las que trabajen.

Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cada trabajador español pasa cerca de 1.700 horas al año en su puesto de trabajo. Son muchas horas, sobre todo si tenemos en cuenta que según una encuesta de la Comunidad Laboral Trabajando.com-Universia, cuyos datos fueron hechos públicos en 2016, el 69% de los empleados en España se sienten insatisfechos con su trabajo.

Los salarios están en gran parte detrás de esa insatisfacción, pero no son la única causa. De ahí la importancia de líderes con inteligencia emocional, con capacidad para crear buenos climas de trabajo y para ofrecer a sus empleados valores intangibles (como el bienestar, la felicidad, el reconocimiento o el sentido) que van más allá de lo económico y que tienen la capacidad de aumentar la productividad, la creatividad y el compromiso de sus empleados, así como de reducir la temida rotación de trabajadores. Los estudios hechos al respecto coinciden en su conclusión: los empleados satisfechos trabajan más y mejor.

Y para tener empleados satisfechos hacen falta líderes con inteligencia emocional.