Enero tiene algo de septiembre. Y viceversa. Son, con toda probabilidad, los dos meses del año que empezamos con más propósitos en mente, con más ganas de cambiar cosas, de comernos el mundo, de tomar las riendas de nuestras vidas.

Hay propósitos para todos los gustos, tantos como personas, pero si hiciésemos un ranking de los más citados seguramente veríamos en las primeras posiciones algunos propósitos bastante recurrentes: adelgazar, hacer deporte o aprender idiomas. ¿Os suenan?

Y nos los tomamos en serio, nadie podrá decir lo contrario. Pero lo cierto es que en un porcentaje alto de los casos esos propósitos quedan muchas veces en simples intenciones. O quizás lleguemos a ponernos manos a la obra con ellos, pero los olvidemos antes de acabar enero, una vez diluida la magia de la Navidad y la efervescencia y la energía que siempre trae aparejada el cambio de año.

“Hay propósitos que nacen muertos porque son forzados, son obligados y no nacen de la ilusión, sino que nacen del deseo, de la eterna comparación. Adelgazar es un objetivo muy recurrente de año nuevo, pero antes de marcarnos este objetivo deberíamos hacernos preguntas que nos lleven a conectar con nosotros, con nuestro interior, porque si no este propósito caerá en saco roto, haremos el esfuerzo unos días y poco a poco lo iremos abandonando”, reflexiona Carmen Sánchez, CEO de Intelema.

Para la experta en coaching, por el contrario, los propósitos de año nuevo que acostumbran a tener un mejor final y, por lo tanto, a cumplirse, son aquellos que tienen un cariz más profundo y, por tanto, suelen ser más reflexivos: “Soñar junto a tu pareja y crear algo juntos, soñar junto a tus hijos y crear algo juntos. Crear un propósito con alguien tiene mucho valor y da sentido a nuestras vidas. En todo caso, cuando el propósito está claro, los objetivos y las acciones salen solas, fluyen, no es necesario pensarlas, están, se hacen, se disfrutan”.

Un propósito laboral de año nuevo

Sánchez destaca la importancia de que los propósitos que nos marquemos con el año nuevo (o en cualquier momento o etapa de nuestras vidas) estén conectados por un hilo invisible a nuestro proyecto vital ya que, según su experiencia, “cuando una persona está conectada a su proyecto de vida y, por tanto, conecta sus propósitos a ese proyecto, está en un estado de motivación permanente”.

Partiendo de esa base, ¿cuál dirías que es el propósito (a nivel laboral) que todos deberíamos marcarnos para arrancar 2019?, le preguntamos.

“Hay propósitos que nacen muertos porque son forzados, son obligados y no nacen de la ilusión, sino que nacen del deseo, de la eterna comparación»

“Imaginar la vida dentro de 10 años y ver qué tipo de vida me gustaría tener entonces, tanto en el plano personal como en el profesional, puede ser un gran propósito, ya que aporta claridad y da un sentido a nuestra vida, al día a día”, responde Carmen Sánchez. Para la CEO de Intelema hay personas que no son capaces de soñar y a las que, por tanto, les espera una vida monótona. Por eso anima a aprender a soñar, pero desde el realismo, porque es la mejor manera de dar sentido a lo que hacemos cada día.

“Una visión deseada, anhelada, inalcanzable, me va a desgastar. Es como tener la zanahoria delante sin poder cogerla nunca. Y sin visión, sin sueños, soy un zombi que no sabe hacia dónde se dirige y que vive una vida sin sentido. Dedicar parte de nuestro tiempo a soñar, a crear, ha de ser un propósito de año nuevo en sí mismo”, concluye.