“Creo que desde Tiempos Modernos de Charles Chaplin, desde la perspectiva de la inteligencia emocional, no se han producido grandes cambios”, sostiene Carmen Sánchez, CEO de Intelema, cuando habla de los cambios acaecidos en el perfil de los empleados.

La tecnología, es evidente, ha invadido nuestras vidas y nuestros puestos de trabajo a una velocidad cada vez mayor, ofreciéndonos nuevas posibilidades de desarrollo personal y profesional, pero eso no significa que mercados, empresas, líderes y empleados sepan sacar partido a esa revolución. La conquista de la inteligencia emocional avanza a paso mucho más lento y eso repercute directamente en la incapacidad para gestionar y sacar un buen partido a esos cambios. También sobre la relación de “dependencia” existente entre empleado y empleados, una relación que se mantiene intacta, inamovible.

“El trabajador tiene la dependencia de tener un trabajo y las empresas tienen la dependencia de tener trabajadores. Esa dependencia nos lleva a no ser libres y el sentirnos obligados, el no tener libertad, nos lleva a estar, permanecer y vivir en el conflicto continuamente”, reflexiona la experta.

Características del empleado del siglo XXI

Para que los empleados dejen de ser protagonistas del mítico film de Chaplin, hace falta un cambio colectivo, pero también individual. Un cambio que debe operar en cada uno de nosotros y que pasa, necesariamente, por romper con esa dependencia dañina para todos los actores implicados: “El individuo ha de tener la posibilidad de estar en un puesto de trabajo de una empresa y, a su vez, poder crearse otras posibilidades de vida que no pasen exclusivamente por depender de otro”, explica Carmen Sánchez.

Para ello hacen falta empleados preparados para dar lo mejor de sí mismos allá donde estén, personas fuertes mentalmente y con capacidad para aprender a superar las frustraciones y los baches que la vida pone en el camino. “El ser humano ha de madurar”, señala Sánchez.

“El trabajador tiene la dependencia de tener un trabajo y las empresas tienen la dependencia de tener trabajadores. Esa dependencia nos lleva a no ser libres y el sentirnos obligados, el no tener libertad, nos lleva a estar, permanecer y vivir en el conflicto continuamente”

¿Qué características, además de la madurez, debe tener el empleado del futuro?, preguntamos a la CEO de Intelema. “Debe ser una persona con confianza en sí misma, que conozca y reconozca su potencial, que sepa ver lo que se le da bien hacer en el presente y que tenga motivación para desarrollarse continuamente. Una persona que antes de elegir a lo que se va a dedicar en el futuro, dedique un tiempo a saber si lo que elige tiene que ver con sus cualidades, para evitar de esa forma ir dando tumbos. Una persona, por tanto, que se conoce por dentro, con un nivel de conciencia alto sobre ella misma y con humildad para hacer una valoración adecuada de sí misma”, responde.

Esos cambios en el paradigma de la figura del empleado tendrán consecuencias en cascada en las empresas. Hay que dar el paso de organizaciones emocionalmente dependientes, donde se trabaja en la urgencia, se sufre, se pierde mucho tiempo, no se aprovechan los recursos, y la gente no para de quejarse; a organizaciones más abiertas, lo que requiere de líderes que hagan “un ejercicio de humildad” y creen escenarios y estructuras “amables, ágiles, divertidas, creativas, lugares donde las personas puedan evolucionar y desarrollarse, con estrategias posibles, realizables y rentables para todos”.